La soledad, la muerte, lo que debemos ser o no, la confusión, la debilidad del ser humano en una sociedad que le es hostil. En último término, estamos condenados a vivir. Asumir ese riesgo comporta un peligro y eso es lo único que tenemos. Esa es la grandeza del ser humano. Estamos condenados a la búsqueda y a la soledad.
Hay cuentos en los que no se puede plantear finales. Los personajes son citados y aparecen como fogonazos en el horizonte de uno, como una mezcla de lo consciente y de lo inconsciente. Las cosas pasan, son curiosas y su lógica es relativa. Todo está sujeto con alfileres, como la existencia.
Entrevista en la Revista Errantes